¿CÓMO DE EXIGENTE SOY?

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

¿CÓMO DE EXIGENTE SOY?

¿QUÉ ES LA AUTOEXIGENCIA?

La autoexigencia es una característica de personalidad que tiene que ver con lo que nos pedimos a nosotros mismos, es decir, se caracteriza por los objetivos que nos marcamos en nuestra vida y por cómo nos colocamos ante ellos.

La autoexigencia es un continuo en el que podemos distinguir la autoexigencia adaptativa y la desadaptativa. La primera de ellas nos ayuda a conseguir los objetivos que nos proponemos sin minar nuestra autoestima y conservando nuestro bienestar. Dentro del continuo, podríamos situarla en el medio, es decir, ser autoexigentes de manera equilibrada.

En cambio, la autoexigencia desadaptativa podríamos situarla en los extremos del continuo, es decir, hablaríamos de alta o baja autoexigencia. Si la persona pretende dar siempre el máximo de sí mismo, sin en ocasiones tener en cuenta sus propios límites, podríamos hablar de alta autoexigencia. Una de las características de la autoexigencia alta es que siempre se encuentra algo que mejorar, nunca se está conforme con lo que se hace. Todos nos marcamos una lista de objetivos a lograr, pero para estas personas sus “deberes” nunca acaban. Con este mecanismo, es normal entender que el estrés, la ansiedad y la frustración, son emociones predominantes en ellos.

Si, por el contrario, la intensidad de la autoexigencia es baja, estaríamos hablando de una tendencia más hacia conformismo, es decir, no hay un planteamiento de mejora ni superación, a pesar de que si existe cierta insatisfacción vital para la cual no se prevé tomar medidas. Está realidad también podría estar relacionada con miedos en la persona (miedo al cambio, a no tener los recursos para crecer), con una baja motivación y/o con baja capacidad de esfuerzo en general (no saber darle continuidad a un trabajo que supone cierto coste)

Lo que se busca desde la psicología es que la persona consiga una autoexigencia equilibrada que le permita mejorar y conseguir sus objetivos sin que se ponga en juego su bienestar en el proceso.

 

PARA QUÉ SIRVE LA AUTOEXIGENCIA

Como hemos comentado, la autoexigencia será una cualidad o un problema dependiendo de su intensidad y de cómo se gestione.

En general, puede ser una característica positiva en la personalidad ya que ayuda a alcanzar objetivos, permite mejorar en las metas que nos proponemos, ayuda a encontrar soluciones, contribuye a generar satisfacción con nosotros mismos… Pero, también puede ser algo perjudicial que puede dañar la salud, el ánimo y la autoestima de las personas. Es decir, es una cualidad positiva ser autoexigente siempre que lo seamos de forma equilibrada.

Muchas personas creen que cuanto más exigentes sean consigo mismos será mejor porque, de alguna forma, se tomarán más en serio sus propósitos y aumentarán la probabilidad de éxito. La realidad es que, si nos exigimos demasiado o demasiado poco, podemos tener una sensación de insatisfacción, lo que puede generar el efecto contrario, es decir, la desmotivación y la disminución del rendimiento a la hora de llevar a cabo nuestros objetivos.

Por lo que nuestro propósito será conseguir que nuestra exigencia sea equilibrada para que nos ayude a conseguir lo que nos proponemos cuidándonos dentro de ese proceso.

PAUTAS PARA QUE SEA ADAPTATIVA

Como hemos visto, la autoexigencia puede ser una cualidad positiva, aunque para ello es importante tener un equilibrio. Para conseguirlo, algunas pautas que podemos llevar a cabo son: 

  • Reconocer las propias limitaciones: Todos tenemos fortalezas y también debilidades, y aceptarnos en el conjunto es fundamental. Buscar la mejora y el cambio es importante, pero también permitirnos no ser perfectos, y querernos con nuestras habilidades y nuestras limitaciones.
  • Plantearnos objetivos realistas: Tenemos que ser conscientes de que no podemos abarcar todo y no por ello significa que lo estemos haciendo mal o no sea suficiente. Es importante ajustar expectativas para que los objetivos sean alcanzables y para no frustrarnos eternamente. 
  • Prestar atención y cuidar el lenguaje que utilizamos: Las palabras tienen un poder del que, a veces, no somos conscientes. Si yo me digo a mi misma “tengo que hacer deporte todos los días” no tiene el mismo impacto que si lo que me digo es “me gustaría hacer deporte regularmente”. La carga emocional que tienen estas frases es distinta y, con ello, nuestra exigencia y nuestro consiguiente estado emocional. Es importante diferenciar cuando nos hablamos desde el deber, el cuál a veces se basa en creencias irracionales; y cuando nos hablamos desde el deseo, es decir, desde lo que yo quiero incorporar, lo que quiero conseguir y lo que me va a ayudar a vivir mejor.
  • Gestionar la culpa: esta emoción puede asaltarnos cuando nos marcamos objetivos que no conseguimos alcanzar. Es entonces cuando consideramos que estamos fallando y que no estamos cumpliendo con lo que queremos desarrollar. Es importante trabajar la culpa distinguiendo cuando es constructiva y cuándo es mórbida, es decir, cuando aparece en situaciones que no debe aparecer.
  • Estrategia del observador externo: Tendemos a ser más exigentes con nosotros mismos que con los demás. Cuando otra persona falla, somos más compasivos y podemos acompañarle pero cuando somos nosotros los que fallamos, nos castigamos y culpamos. Por ejemplo: si te propones correr una carrera y pierdes, seguramente empezarás a criticarte diciendo que deberías haber entrenado más, que has fallado y que no lo conseguirás nunca. En cambio, si eso mismo le pasa a un amigo, probablemente lo que le dirías es que es un fastidio haber perdido la carrera pero que vuelva a intentarlo y vea lo que mejorar sin poner en duda que podrá lograrlo. ¿Por qué esa diferencia en el trato si somos iguales? Empieza a tratarte como lo harías con un amigo, es decir, date ánimos y piensa alternativas de mejora. Deja de lado la crítica destructiva en ese proceso.

Con todo lo que hemos visto, podemos ver las dos caras de la moneda. En una de ellas, nos encontramos con la autoexigencia como una cualidad positiva que nos ayuda en nuestros distintos propósitos. Mientras que, en la otra, observamos que puede ser una cualidad que genera mucho sufrimiento, ansiedad y estrés en nuestras vidas. Conseguir gestionar la autoexigencia de manera equilibrada es importante para nuestro bienestar, aunque esto no resulte tarea fácil. Para ello, puedes recurrir a profesionales que te ayuden a hacer de esa autoexigencia algo beneficioso para ti.

¿CÓMO DE EXIGENTE SOY?

Junio 2020

Cristina González Díaz

Psicóloga Sanitaria

Psicóloga Sistémica y Experta en Trastornos Alimenticios

AtienzaBoada Centro de Psicología

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